Ha pasado un poco más de año y medio desde mi transición y las muestras de cariño no cesan. Desde el primer día en que me presenté en la oficina y que mis compañeras de trabajo me dieron la bienvenida con un pastel, hasta el día de hoy que sigo encontrando a amigos del pasado para quienes mi actual identidad resulta una novedad.
Y es que el mio es un proceso a largo plazo en el que, en una primer etapa, aquellos cercanos a mi vida (familiares, amigos y compañeros de trabajo) tuvieron que vivir junto conmigo la etapa transitoria. Ahora, en una segunda etapa, voy conociendo nuevas personas y voy reconectando con aquellos quienes fueron importantes en mi vida pasada y con quienes deseo compartir la felicidad de mi vida en plenitud, sin restricciones y sin prejuicios. Tal es el caso de mis compañeros de escuela primaria, secundaria, preparatoria y universidad. A muchos de ellos los he reencontrado primero por Facebook y después en persona. Ojalá esta sea una tendencia a la alza y que pueda reencontrarme con muchos amigos más.
Las muestras de cariño que recibo de la gente al conocer de mi transición me hacen pensar en que existe la esperanza para muchas más personas que aún no se deciden a vivir su vida en plenitud, así como que la situación social de las personas transgénero tiene grandes posibilidades de mejorar conforme la sociedad vaya dejando de lado los prejuicios y aprenda a ver a la gente en su esencia y por sus capacidades, sin atender tanto a las apariencias. Yo he logrado dejar atrás muchas de las telarañas mentales auto-infligidas o grabadas en mi mente por medio del condicionamiento social y religioso. Ojalá mi experiencia sirva de ejemplo para que otras personas transgénero puedan dejar a un lado la vida de apariencia y comiencen a vivir la vida que realmente desean vivir.