Posiblemente las anteriores no fueron novedad, pero esta seguro lo será:
#6 Efectivamente, Daniela era mi primera opción
Una de los pocos privilegios que tenemos las personas trans es que podemos elegir nuestro nombre. Cuando recién empezaba a definir mi identidad femenina y requerí de un nombre que estuviera acorde a mi nueva identidad para que las personas a mi alrededor pudieran identificarme, decidí llamarme Daniela.
Así, fui Daniela durante la época en que vivía en Chicago, y la gran mayoría lo pronunciaba con acento Italiano: «Daniella», esto debido a la gran influencia que la comunidad Italiana tiene en esa ciudad. Es además curioso que años después tuve un tórrido romance con una Italiana llamada Daniella… pero eso es otra historia.
El nombre de «Daniela» siempre me gustó pero, al momento en que decidí vivir de tiempo completo como mujer y que el nombre se haría oficial y definitivo, ya no me pareció apropiado. Y es que, en mi lugar de trabajo ya había una compañera con ese nombre y un colega acababa de tener una hija a la que decidió también llamar Daniela. Así fue que decidí emprender una segunda búsqueda con variaciones al nombre, entre las cuales apareció «Dania».
«Dania» me encantó no sólo por la sutil referencia a mi nombre favorito, sino también porque mantenía cierta simetría con el nombre que mis padres me asignaron. Por si fuera poco, «Dania» además conserva una curiosa relación con los nombres de mis hermanas: todas con un sólo nombre y de sólo cinco letras. «Dania» es un nombre poco común en nuestro país, pero con gran popularidad en otros. Hace pocos años, cuando estuve en Polonia, me enteré que «Dania» significa para ellos «Dinamarca». Así pues, «Dania» se convirtió en mi nombre y desde el 2009 la gente me conoce así, a pesar de que mis papeles digan otra cosa… pero eso es harina de otro costal.