La frase «condición necesaria pero no suficiente» es familiar para aquellos que trabajamos con teoremas matemáticos e incluso para aquellos que trabajan con lógica matemática y filosofía. Sin embargo, esta frase me ha dado vueltas en la cabeza desde el inicio de las discusiones de la Suprema Corte de Justicia en relación a la constitucionalidad de los matrimonios homosexuales en la Ciudad de México y de su derecho a la adopción.
La discusión del derecho de adopción de matrimonios homosexuales generó una gran polémica y llevó a muchos a «enseñar el cobre», degenerando en descalificaciones e incluso muestras de odio hacia las personas homosexuales, en especial por parte de la iglesia católica. Pero de manera personal me tocó entablar una discusión con una supuesta «vieja amistad», aunque en realidad referirme a ella como una discusión es demasiado decir, ya que en realidad no fue más que un mónologo de mi parte tratando de explicarle a una mente cerrada que respeto es una condición necesaria pero no suficiente para la sana convivencia de las personas.
Y es que esta «vieja amistad» decidió mantener para ella misma las razones de su negativa a la adopción de matrimonios homosexuales y escudarse en la vieja falacia de «respeta mi derecho a estar en contra» o en la frase «¿acaso todos tus amigos piensan igual que tu?». A esto último puedo responder que entre mis amigos tengo el gusto de contar con personas de las más variadas posiciones políticas, razas y preferencias afectivo-eróticas. Entre mis amigos respeto a aquellos que se mantienen fuertes en su fe católica a pesar de mi cada vez más grande apateismo, o respeto a aquellos que siguen siendo fieles aficionados al Cruz Azul a pesar de su sub-campeonitis. Sin embargo, el respeto no es condición suficiente de nuestra amistad. Es necesario además el reconocimiento pleno de su integridad como seres humanos y su total derecho a ejercitar sus libertades sin que nuestras diferencias interfieran en ello. Es exactamente esa interferencia la que hace al respeto una condición «no suficiente».
Es precisamente en ese disque «respeto a estar en contra» que mi madre, por ejemplo, se ha escudado para negar la aceptación a mi modo de vida. Como resultado de ese «respeto a su decisión», mis derechos han sido limitados y ahora vivo una vida de exclusión de la vida familiar, aún cuando en la sociedad se presume del «amor incondicional» de las madres. Actualmente me encuentro en el destierro de una familia que prefiere apegarse a su «derecho a estar en contra» en lugar de ejercitar el respeto a mi modo de vivir y mi derecho a ser feliz.
Es por eso que, ante este tipo de argumentos, he decidido ejercitar mi derecho a elegir a las personas con las que me relaciono y definitivamente no pretendo tener entre mi circulo de amistades a aquellos a quienes apoyen algo que interfiera con mi pleno goce de derechos, ni tampoco voy a caer en drama por aquellos que no aceptan mi forma de vida. A estas alturas en mi vida he llegado a la conclusión que la felicidad puede lograrse de diversas maneras y la fórmula actual parece estar funcionando.