El lunes pasado me enteraba de la trágica muerte de la activista Agnes Torres, a quien conocía y admiraba ampliamente. Su muerte me llenó de incertidumbre, pues me recordó de la fragilidad de nuestras vidas, especialmente cuando se trata de personas como yo que vivimos entre las minorías y en una sociedad que las desprecia.
Ayer por la noche me enteré que la hipótesis más fuerte sobre el asesinato de Agnes está relacionada con el robo de su auto. Esta información aumentó mi coraje, pues eso querría decir que perdimos a una persona tan valiosa como Agnes sólo por un coche. Esto no hace más que reforzar mi teoría de que todos los problemas que vivimos actualmente en México son producidos, principalmente, por una terrible crisis de valores.
Hoy en día los maleantes no reparan en quitarle la vida a alguien con la más ridícula excusa, el robo del más ínfimo artefacto, o la señal más pequeña de desacuerdo. En México ya es verdad eso de que «la vida no vale nada». Por si fuera poco, nos parece ridículo cuando alguien viene a hablarnos de una «república amorosa» y creemos que los valores sólo los obtenemos en la iglesia.
Posiblemente AMLO no sea la persona más adecuada para hablarnos de valores, sin embargo creo que mucho menos lo es en estos días el papa Ratzinger, quien no ha hecho más que promover el odio hacia la diversidad y proteger a los sacerdotes abusadores de niños. Creo que estamos llegando al punto en que alguien debe honestamente comenzar a inculcar de nuevo valores a nuestra sociedad, y si esto tiene que llegar por iniciativa del estado, por mi mejor. La iglesia enseña algunos valores, pero estos son de una visión sesgada de la realidad y deben ser equilibrados y/o complementados con los que enseñemos a nuestros hijos dentro de nuestra familias.
Esto nos lleva a que la crisis de valores debe ser contrarrestada con un gran movimiento en pro de la educación, el cuál debe tener un fuerte contenido de valores sociales que garanticen los derechos humanos de todos los Mexicanos.
Agnes luchó toda su vida por ello, y aunque Agnes ya no está con nosotros, su lucha debe continuar para que cosas tan terribles como la que le sucedió a ella dejen de ocurrir en nuestra sociedad.