El día de ayer tuve la oportunidad de ver en CNN el documental «Her name was Steven», el cual da cuenta del proceso de transición de Steven Stanton a Susan. El documental estuvo muy bien realizado y con un muy buen balance entre lo que le acontece a toda persona que experimenta una transición de este tipo y la parte sentimental producida por la experiencia particular de Susan.
Ver este documental me hizo reflexionar acerca de los ocho meses dentro de mi transición. Las historias de infancia y adolescencia que experimentan las personas transgénero parecen seguir un patrón de confusión y opresión, primero por parte de una sociedad que exige tu sacrificio por el bien de la comunidad, y por otra parte la opresión de una iglesia que te exige sacrificio bajo la promesa de una vida de felicidad después de esta vida. Tanto sociedad como iglesia acaban matando nuestra individualidad y nos hacen sentir como seres egoístas. Cuando nos damos cuenta que el egoísmo no es algo malo sino algo necesario para nuestra subsistencia es entonces cuando tomamos la decisión de transicionar. En el proceso debemos que dejar ir muchas cosas: en el caso de Susan, ella perdió su trabajo y a su esposa, en ambos casos de manera unilateral. En mi caso, mi transición ha resultado en un distanciamiento con mis padres y una de mis hermanas. Yo afortunadamente encontré el apoyo directo de mi esposa y de mis compañeros de trabajo, lo que definitivamente ha hecho de este proceso algo sumamente más manejable de lo que hubiera podido imaginar. Susan, por el contrario, tuvo que enfrentar muchas vicisitudes en una tremenda soledad, además de que su edad y la visibilidad con la que contaba como servidor público no le hicieron el proceso nada fácil.
Es por todo esto que debemos reconocer que para tener éxito en este tipo de procesos uno requiere de mucho valor. Ese valor no se obtiene de la nada, sino que se va ganando poco a poco. Yo tengo que agradecerle a mi terapista el haberme ayudado tanto para hacerme de ese valor, así como mi esposa por su inmenso apoyo. Una vez con el valor suficiente, es cuando uno debe reconocer que el egoísmo no siempre es algo malo, especialmente cuando uno ha sido infeliz toda la vida y que es sólo por medio de este acto ”egoísta” que tenemos la oportunidad de darle a nuestras vidas un poco de sentido.