La ciudad y los perros


Aunque el título de esta entrada a mi blog pareciera inspirado por el reciente otorgamiento del Premio Nóbel de Literatura a Mario Vargas Llosa, realmente no tiene nada que ver con eso y más bien debe interpretarse de manera literal.

Y es que en últimas fechas mi mujer y yo hemos estado debatiendo la posibilidad de adoptar un perrito. Sin embargo yo estoy renuente pues mi cuadra ya es una sucursal de la perrera municipal y, por si fuera poco, parece que hay una epidemia de neurosis canina: basta que un perro encuentre un pretexto para ladrar para que toda la cuadra tenga un concierto de ladridos.

A veces me pregunto si lo perros de esta cuadra estarán neuróticos por el encierro en el que viven o si se contagiarán de la neurosis de sus dueños. Cualquiera que sea la razón, cada día me siento menos motivada para tener un perro, especialmente cuando oigo los ladridos de los perros vecinos y bien pareciera que lo que están haciendo es gritar por auxilio para que alguien los libere de su encierro. Así, no le veo el caso adoptar un perro para traerlo a este ambiente.