Discriminación enraizada

En la semana estuve haciendo labores de guía de turista, pues un querido amigo Americano vino a visitarme. Parte del recorrido incluyó llevarlo al Museo de Historia Mexicana, en donde visitamos la sala con la colección de pintura de castas. Fue allí donde me di cuenta de lo racistas que son algunas de esas pinturas pues, en muchas de ellas, los Españoles redactaron descripciones sumamente despectivas sobre las supuestas características de las castas en donde sangre nativa estuviera involucrada. Algunas de esas caracteristicas supuestamente eran: «flojo», «lento», «tonto», u otros adjetivos despectivos.

Uno entonces creería que hoy en día, libres del yugo Español, deberíamos haber abandonado esas prácticas racistas. Sin embargo, la realidad es muy distinta: el racismo está enraizado en nuestra cultura. Ese racismo lo vivimos diariamente, y no sólo está dirigido hacia los grupos indígenas que aún sobreviven (muy pobremente por cierto) en nuestro país, sino también está dirigido a las castas aún existentes. Recuerdo, por ejemplo, cómo familiares mios vieron feo a una novia que tuve y que, de acuerdo a sus ojos, estaba «muy negrita». Igual recientemente me topé con una pseudo-feminista disque defensora de las mujeres lesbianas que abiertamente hizo comentarios despectivos relacionados a la apariencia física de una querida amiga mia y, además, no tuvo empacho en hacerlo en mi cara. Recientemente, la polémica sobre la participación de la gimnasta Alexa Moreno en los Juegos Olímpicos es el caso más claro que los Mexicanos no tenemos conciencia sobre lo hirientes que podemos ser con nuestros comentarios sobre el físico de otras personas.

Todo esto obviamente me causa una rabia enorme. Obviamente ya eché de mi vida a esa tipeja que se atrevió a hablar mal de mi amiga. Hoy me encantaría que todos reflexionaramos y que, al igual que yo me enfrenté a esa persona y le hice ver lo mal de su actuar, todos hicieramos conciencia y lucharamos por erradicar la discriminación de nuestra sociedad. Es momento de actuar pues, esta es la única vida que tenemos y, si no hacemos algo, seguiremos viviendo con las horrendas herencias que el pueblo Español nos dejó y que no son más que un eterno recuerdo del daño que le hicieron a nuestros pueblos indígenas. ¡Ya no más!

Es tan irónico que en esta semana yo, una mujer transgénero Mexicana, haya recibido a un Americano nacido en Serbia, y que seamos grandes amigos, ambos dedicados a la ciencia, y hayamos pasado un extraordinario fin de semana visitando la Ciudad de México, Teotihuacan y Monterrey, y en ningún momento hayamos reparado en cuestiones de raza o de género. Mientras tanto, los mismos Mexicanos no tenemos capacidad de dejar a un lado nuestras diferencias y vivir en armonía. Definitivamente algo debemos hacer al respecto.