Ya antes había comentado sobre la situación por la cual me dijeron estoy vetada para ir a dar pláticas a la UDEM pero, en función de la nota que aparece hoy en el periódico El Norte, me gustaría ahondar al respeto y fijar mi postura:
Yo he participado en eventos académicos organizados por la UDEM tanto por cuestiones ingenieriles como por mi labor de activismo. Específicamente, en el 2016 participé como ponente en el Congreso IEEE organizado por profesores y alumnos de Ingeniería Biomédica. La UDEM tiene un capítulo estudiantil de la IEEE muy activo y estoy en permanente contacto con ellos brindando oportunidades de estancias y dando ponencias, esto principalmente porque soy Senior Member de la IEEE y eso me da un perfil más que deseable para esas actividades.
Por otro lado, en ese mismo año fui invitada a participar como ponente dentro de la primera edición del diplomado en Derechos Humanos que organiza la UDEM en conjunción con la Comisión Estatal de Derechos Humanos. Fue en ese evento que, durante mi ponencia, hice referencia al término ateísmo militante y abiertamente reconocí ser atea. Recuerdo que alguien en la audiencia me increpó un poco al respecto, pero no pasó a mayores y concluí mi participación exitosamente.
Sin embargo, desde esa ocasión, nuevos intentos de profesores y alumnos para invitarme a dar pláticas han sido bloqueados por las autoridades y, la explicación que se les ha dado es que «yo no represento los valores de la UDEM». Supongo que eso se refiere al hecho de que sea atea y no mujer transgénero.
Así pues, me sorprende que la UDEM se diga una institución que «fomenta el respeto, la tolerancia y la aceptación ante diversidad», pero que a eso anteponga un supuesto valor católico que traducen en un esquema tradicionalista y por el cual se responde ante los que no somos creyentes con una cacería de brujas. Ese modelo caduco ya ni el mismo Papa apoya y, por el contrario, maneja con un discurso de mayor aceptación.
Lamento mucho que existan instituciones con autoridades empeñadas en mantenerlas en el oscurantismo. Quienes sufren de ello son sus alumnos y profesores, a quienes corresponde demandar una mayor apertura. Yo puedo vivir sabiendo que soy suficientemente buena para que se me abran las puertas, por ejemplo, de la Academia Americana de las Ciencias (en donde recientemente di una plática), aunque al parecer no tenga los valores necesarios para pisar la UDEM.