Historias urbanas en San Valentín

Me miró por el espejo retrovisor y alzó su mano para comenzar a saludarme efusivamente. Yo no encontré en su auto ningún indicio de que fuera conducido por alguien a quien conociera, además de que el asiento del acompañante estaba ocupado por otro caballero portando un chaleco típico del personal que trabaja en el aeropuerto, de esos que están por las mañanas en la carretera pidiendo aventón por la falta de transporte público en el área. En fin, ante la insistencia del saludo y el momento en que yo debía tomar mi salida para ir al trabajo, decidí emparejar al auto para mirar al conductor. Resultado: un par de desconocidos me miraron y continuaron con la labor de saludarme efusiva y cordialmente. No pude resistirme a esbozar una sonrisa y devolver el saludo. Ellos continuaron su trayecto al aeropuerto y yo rumbo a mi trabajo, quedándome con la esperanza de que ellos se hayan ido con la misma alegría que me dejaron al iniciar mi día siendo felicitada en San Valentín por perfectos extraños.

¡Felicidades a todos!