Sobre la urgencia del cambio de discurso de la comunidad LGBT

Hace poco tuve un par de presentaciones, primero en la Universidad de La Ciénega de Michoacán de Ocampo (UCEM), y después en la mesa redonda organizada por la Comisión de Equidad y Género de la Sociedad Matemática de México (SMM) en el marco de su congreso nacional en Hermosillo, Sonora. En ambos casos tuve interacciones muy productivas y una coincidencia interesante en las «platicas de sobremesa». En ambos casos alguien me comentó sobre la diferencia en el discurso en comparación a lo que se suele escuchar decir a alguien de la comunidad LGBT. 

En el caso de mi presentación en UCEM, fue una charla de ¡dos horas! sobre mi experiencia de vida y sobre lo que pienso debería ser el activismo militante en la comunidad LGBT. Al parecer, logré mantener a gran parte de la audiencia atenta las dos horas y al final mi discurso fue calificado como una presentación «muy humana» de la identidad transgénero. Y es que, aunque entiendo que cada quien habla «como le va en la feria», también estoy convencida de que ya deberíamos de haber superado la etapa de mostrarnos como «mártires» dentro de una sociedad retrógrada y, en su lugar, presentarnos como persona capaces de contribuir activamente en las actividades productivas de nuestra sociedad. Igualmente, se me aplaudió el férreo rechazo que mostré hacia la presentación del «antes y después», pues creo firmemente que dicha representación no hace más que alimentar el morbo hacia la comunidad trans. Lamentablemente veo cómo hay quienes siguen alimentando ese morbo e incluso hacen de ello su modus vivendis. De allí mi propósito de inculcar una nueva tendencia sobre la personificación de la identidad trans como una parte indispensable de nuestra diversidad social que, actualmente, está siendo desperdiciada.

Con respecto a mi participación en la mesa de discusión en el congreso de la SMM, me llamó mucho la atención el enorme trabajo que han hecho para que las mujeres vayan ganando terreno en términos de inclusión en el área de las matemáticas, y mucho más me agradó el hecho de que ahora ya hablan no sólo sobre inclusión de las mujeres, sino también de otros grupos sub-representados en la profesión de matemáticas, como lo son los investigadores jóvenes y aquellos que no pertenecen a alguna de las «instituciones fuertes» (dígase UNAM, IPN, CIMAT). En ese marco, mi contribución fue entonces presentar propuestas de acción para lograr la inclusión de esos grupos sub-representados. Fue así como llegamos al punto de lo importante que es conglomerar esfuerzos, integrar aliados, e intentar cosas como las que ya se hacen en otros lados (por ejemplo el congreso oSTEM en el que seré panelista a mediados de Noviembre).

Así pues, todo esto me lleva a reflexionar sobre el trabajo que aún falta por hacer en México y, particularmente en Nuevo León. Aquí ha sido mal vista mi crítica constante hacia el estancamiento del discurso y del que la comunidad LGBT local siga inmersa en las mismas actividades de 15 años atrás. Yo creo firmemente que poco ayuda a la comunidad hacer una marcha cada año en donde el foco de atención es ver a que figurilla de la farándula se puede convencer para que sirva de «lider» a cambio de sus 5 minutos de publicidad gratuita. No menosprecio el esfuerzo de los activistas locales, pero si creo urgente un cambio pues, la realidad es que Nuevo León es la entidad en donde más se discrimina, y nuestro discurso no está haciendo mucho eco para cambiar esa situación. Más aún, ya hasta nuestro gobierno se burla de nuestro discurso y se atreve a decirnos «ya chole con tus quejas». Honestamente estoy de acuerdo: ya no más quejas… lo que necesitamos es cambiar nuestro rol y ser más activos.

Y bueno, para terminar, quisiera adelantarme a las críticas de quienes me dirán (pues ya lo he escuchado algunas veces) «tú no eres activista… ¿cómo te atreves a criticar?». Y para ello, quisiera traer a colación un anécdota que alguna vez me platicó mi buen amigo el Doctor Samuel Rosete Jr., cirujano plástico: «si ves a alguno de mis pacientes con la nariz chueca, no necesitas ser cirujano para recriminarme el mal trabajo que he hecho». Esa fue la respuesta que le dio a un torero cuando el doctor fue juez de callejón en la Monumental Plaza de Toros México.